Andrea Anais Salas
El tiempo en paréntesis
08/07/2020
Después de tantos días sin salir de mi departamento, lejos de descansar, siento un letargo permanente, cuando se va el sol, con el se va mi energía. Me duermo así temprano, temprano me levanto. Eran las 4:30 de la mañana, me desperté con el ulular del viento, ¡no me lo podía perder!, llevaba días sin sentirlo en la piel, al menos mi cara necesitaba un golpe de viento frío, me paré como un resorte, abrí el ventanal de par en par y salí, no sentí frío, sino caricias, calma, plenitud, un regalo de Dios en medio del encierro.

Al día siguiente desperté aún con ese frescor, aún lo sentía en la cara, la calma y la plenitud se quedaron conmigo, me trajeron nuevas energías, nuevas ideas, me puse más creativa y comencé a mandar correos y llamar por teléfono a mis amigos y familiares. Decidí partir por aquellos que sabía que estaban recluidos en soledad, no hubo uno sólo que no se contentara con mi llamado, tanto fue su alegría que y ganas de hablar que casi no hablé yo. Resultó que todos tenían mucho para contar, y yo mucho tiempo para escuchar, mucho que decir, y eso que la rutina de todos se desenvolvía sólo entre las paredes de nuestros hogares, en vez de hablar de logros académicos, de encuentros familiares, del trabajo, o planificar panoramas futuros, resultó que todos habían experimentado nuevas recetas, o al menos habían desempolvado los libros de recetas que nunca habían ojeado, y algo habían intentado, ahí venía lo gracioso, cuando me contaban que no les había resultado ni parecido a la foto del libro, de sabor quién sabe, o que las clases de gimnasia en YouTube son más agotadoras de lo que parece, la instructora no suda, pero uno se moja entero!, y yo que creía que esas clases no eran efectivas, con tanto aliento me entusiasmé.

Me puse mi atuendo más deportivo y seleccioné una clase de 20 minutos del gym virtual, al minuto doce ya no podía más, me incomodaba, me dolía todo, ¿será que estoy fuera de forma, o que los ejercicios no son los apropiados?, con mucho sacrificio terminé la clase, me duché y apenas tuve tiempo para recuperar el aliento cuando me di cuenta de se venía la hora de almuerzo. Con muchas esperanzas, saqué yo también mis libros de recetas, me tocó limpiarlos porque el polvo se había instalado en ellos como un costra gruesa y difícil de roer. Como nunca los había ojeado, a pesar de ser antiguos, fue como tener algo nuevo, una novedad en mis manos, los miré con atención, busqué con paciencia una receta que tuviera sólo ingredientes que yo identificara, y que tuviera en mi casa, así encontré varias, me puse mi delantal de cocina, y me peiné como si fuera para algún lado, después de dar siete pasos, llegué a la cocina.

Como mis comensales, son leales y siempre hambrientos, amaron los platillos, más aún, no les mostré mis libros para que no se percatarán de la diferencia entre como se debería ver y como se vio en realidad, total el sabor es lo que importa, y como se quedó en mí alma el frescor del viento, ¡la sazón no me faltará!

CHARBEL.-
Temas:
Cómo hemos cambiado las relaciones y vínculos humanos Experiencia del encierro y distanciamiento social/físico
Palabras clave:
Cocinar Cuarentena
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