Sofía Constanza Pinto Pérez
Covid-19: Mi Vivencia
22/07/2020
Mi experiencia de pandemia ocurrió a finales de marzo, trabajaba en una empresa de alimentos colectivos. Al principio comencé trabajando en un colegio de Vitacura pero cuando el covid empezó a expandirse las clases se cancelaron y el personal ya no podía seguir asistiendo tampoco así que nos mandaron a la Clínica Alemana de Santiago.

Cuando la situación empezó a ser más grave, las principales empresas de abastecimiento del casino ya no estaban enviando el mismo número de alimentos, el alcohol gel escaseaba al igual que los EPP. La clínica más cara del país no tenía suficientes insumos para su personal. Llegamos a fin de mes, una mañana el chef tuvo una reunión con todo el equipo y uso estas tajantes palabras: tenemos dos opciones, o realizan turno de 2x2 o se van, el equipo completo quedo con la boca abierta y cabezas agachas, era un momento decisivo ya que se debía dar la respuesta en ese momento. Con los compañeros que veníamos del colegio algunos estuvieron dispuestos a realizar el turno propuesto pero los demás decidimos poner fin al contrato ya que solo nos exponíamos más al peligro estando allí. Aquí empezó mi proceso de pandemia.

Los primeros días en mi casa fueron tranquilos, pude dormir y recobrar las energías que entregue todo el tiempo invertido en mi último trabajo, estaba bien. Sin embargo, empezaron a correr los días y la situación dio un giro completo. Estas “vacaciones” duraron las primeras dos semanas de Abril, después empezó la preocupación porque se me acababa el dinero, tuve que solicitar mi seguro de cesantía después de realizar una fila de tres horas. La cesantía aumento demasiado en el país sin perdón en edad ni sexo pero lo que compartíamos todos/as era nuestro nivel socioeconómico, los pobres pagábamos la pandemia: sin posibilidades de trabajos, cesantes, sin posibilidades en la banca, haciendo filas para el supermercado, endeudados, con miedo a contagiarse, los hospitales y clínicas saturados, uniformados en las calles, toque de queda, tener permisos para salir a la calle o sino te llevaban detenido, las farmacias sin útiles de aseo o higiene, pánico colectivo, muertos por el virus, los/as trabajadores/as independientes viviendo de lo que le podían comprar las personas que aún tenían su trabajo… en pocas palabras una vez más en nuestra historia el miedo nos gobierna.

Logre pasar un mes más pero ya no alcanzaba, no podía seguir en mi casa con mis deudas acumulándose, mandando curriculums todos los días sin resultado. El estrés, la angustia, la pena se apoderaba de mí. Decidí dejar de ver la televisión al igual que muchos de mi edad pues ya no aguantábamos las palabras del gobierno, lo único que hacían todos los días era dar números de los infectados, recuperados y muertos pero nada esperanzador. El gobierno empezó a dar “ayudas” económicas en base a bonos o subsidios a los que había postular pero sorpresa sino cumplías con los requisitos te dejaban desolado.

Las redes sociales han sido fundamentales para informarse, desde el estallido social de Octubre los medios de comunicación principales se volvieron obsoletos ya que solo se dedicaron a desinformar a la gente, engañándole para estar en contra del movimiento que se generó y ahora estaba tratando de mostrar que las autoridades se preocupaban de nosotros.

Después de mucho buscar logre encontrar trabajo en la salud pública, que es a lo que me había dedicado anteriormente pero en el sector privado. Se me presento como un salvavidas, estar en el lugar donde “las papas queman” como indica el dicho ha sido difícil y doloroso, ver como tus propios vecinos sufren, el hospital sin agendas médicas en ninguna especialidad, reducción de policlínicos para dar espacio a los pacientes covid, preocuparte aún más de todo lo que tocas pues piensas que todo te puede matar, estar en los actos para conmemorar a los compañeros que han muerto por su labor esperando que a nadie más le ocurra.

Hace poco fue el día de la madre y también la del padre… los regalos tuvieron que llegar por correo, vivo al lado de mis abuelos así que pudimos hacerles un poco de compañía en esos días especiales pero ellos ya no podían con el estrés del encierro, fue de forma tal que mi abuelo empezó a ir a escondidas a la feria los domingos para salir de la casa. En el momento que lo descubrimos le pedimos que no saliera, si necesitaba algo nosotros lo íbamos a comprar pero no logramos convencerlo por lo que tomamos la medida de que yo lo acompañara todos los domingos a comprar con los permisos de carabineros en el celular. Las primeras veces que fui a la feria con mi mamá quede impactada al ver como los militares estaban con armas de fuego al brazo pidiendo los salvoconductos: ¿era necesario tener militares armados además de una patrulla completa de carabineros para solicitar un permiso de alimentos? Todo esto se veía en la feria de José Arrieta que conectaba la comuna de La Reina y Peñalolén.

A nivel personal toda esta experiencia lo que más me afecto fue que mis planes para este año se evaporaron porque gracias ayuda de un pariente iba a volver a estudiar, lo tenía todo listo pero apareció esta peste, tuve que posponerlo aún más y preocuparme solamente de tener un trabajo. Como los controles policiales eran estrictos en las comunas periféricas, era complejo salir. Mi pareja vive en el límite de la comuna de La Florida y Puente Alto entonces pasó mucho tiempo sin poder vernos, fueron cuatro largos meses. En estos momentos y a estas alturas lo único que espero es que esto se termine, que la vacuna que se está probando en Rusia tenga efecto beneficioso, la población mundial deje de sufrir, retomar nuestras vidas, trabajos y sueños.
Temas:
La percepción de las distancias físicas y la hiperconectividad virtual Nuevas prácticas de resignificación del cotidiano Pobreza y ciclos de recesión
Palabras clave:
Cesantía Cuarentena Incertidumbre Miedo
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